Salvador Albiñana: Cuando llegue septiembre

Desde que en 1994 presenté la muestra "Una ciudad" en la que fue Sala de Exposiciones de la Universidad de Valencia, no he dejado de visitar a Marcelo Fuentes y de escribir acerca de su obra. Hace ya tiempo, en alguno de nuestros encuentros, entre los papeles dejados caer por el estudio, se reiteraban unas arquitecturas que no eran urbanas. Pertenecían a la playa de El Perelló, un pequeño pueblo cercano a Valencia, tradicional lugar de veraneo. Esbozos de dunas y casas, fragmentos de solitarios edificios, ventanas repetidas, garabatos y dibujos entre los que menudeaban detalles del Recatí, un hotel cerrado hacía muchos años. Nada queda hoy de aquella pequeña joya inaugurada en 1959, obra de Luis Gay, Giménez Cosin y Martínez Peris, en cuya decoración habían participado Manolo Gil y Milagros Lambert. Abandonado a la incuria del tiempo, el hotel pronto fue objeto de un saqueo que, en ocasiones -valga la paradoja- no tenía otro propósito que el de rescatar elementos ornamentales o del mobiliario del diseño de los años cincuenta.
Aquellos dibujos están en el origen remoto de esta exposición. Los vestigios del Recatí podían convertirse en un lugar de la memoria, a la manera de Pierre Nora, en restos de un icono que nuestra voluntad y el paso del tiempo transforman en patrimonio simbólico de una comunidad. A esa tarea entre la arqueología, el sentimiento y la identidad, Marcelo propuso invitar a Juan Peiró un fotógrafo -y también amigo- quien, justamente, había frecuentado las ruinas del Recatí, como recuerda alguna fotografía publicada en la revista Vía Arquitectura en 1997. No obstante, el trabajo que ahora presentan Fuentes y Peiró ha dejado atrás aquella tentativa inicial.
"Septiembre" no aspira a ser ningún ejercicio contra el olvido y guarda las distancias con cualquier genius loci, al menos en apariencia. La exposición es el resultado de los viajes que Marcelo Fuentes y Juan Peiró han realizado en estos dos últimos años por diversos lugares de la costa mediterránea, entre Castelldefells y La Manga del Mar Menor, aunque estos nombres no tienen demasiada importancia. El carácter repetitivo del escenario y la ausencia de títulos enfatizan la indistinción y el anonimato de estos dibujos y fotografías en los que vemos arquitecturas de playa en el momento en que ésta se vacía y enmudece. Final del verano -de unos veraneos que rememora el escrito de Nieves Grau- que también propicia la sola consideración de estos edificios como simples volúmenes afectados por ciertas luces y sombras.
Marcelo Fuentes y Juan Peiró han viajado juntos pero no está claro que hayan trabajado a la misma hora. Se diría que el fotógrafo, más a menudo, ha elegido el mediodía, buscando una luz cenital que hace más planas y frías las composiciones y donde los grises resultan del engaño inteligente, en tanto el pintor muestra su predilección por el declinar del día, lo que concede a muchas de sus obras un carácter más recogido y una mayor calidez, en particular cuando el lápiz es también de color. Pero hay aquí algo más que una cuestión de tonos. Estos fragmentos de arquitectura nos invitan a que nos preguntemos hasta donde resulta certera la sugerencia de Henri Cartier-Bresson de que la fotografía es una acción inmediata y el dibujo una meditación.
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Salvador Albiñana. Texto publicado en el catálogo de la exposición.

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